Desde hace mas de 30 años la diversidad familiar se ha ido poco a poco instalando en nuestra sociedad, produciéndose en los últimos 10-15 años una verdadera eclosión debido a que cada vez es más frecuente ver a parejas o personas solas, del colectivo LGTBI, recurrir a las unidades de medicina reproductiva en busca de ayuda para completar su familia. También los numerosos avances sociales y legislativos, como la ley del matrimonio igualitario, han dado lugar a que personas que han vivido sin poder plantearse jamás formar una familia ahora si que lo hacen. Del modelo tradicional padre-madre, que tienen un hijo mediante una relación sexual, imperante durante el siglo XX, hemos pasado a una sociedad en la que conviven y coexisten distintas estructuras familiares y diferentes maneras de construir una familia.
La mayor parte de las familias LGTBI que acuden a las unidades de reproducción asistida no suele contar con un problema de fertilidad médica, es mas bien una cuestión de tipo estructural ya que necesitan un gameto, la ayuda de una mujer para gestar a sus hijos o ambas cosas; pero esto no evita que transiten por los mismos procesos psicológicos de “esperanza-desesperanza”, “ilusión-desilusión”, “ánimo-desánimo”, “fortaleza-debilidad” que el resto de familias; y si los contras superan a los pros pueden surgir desajustes emocionales de origen ansioso y/o depresivo.
Del modelo tradicional padre-madre, hemos pasado a una sociedad en la que conviven y coexisten distintas estructuras familiares y diferentes maneras de construir una familia.
Durante los tratamientos de reproducción hay que afrontar numerosas pruebas médicas (algunas invasivas y otras que pueden resultar algo dolorosas), diagnósticos clínicos desconocidos, donaciones de gametos, estimulaciones ováricas, punciones, transferencias de embriones, beta-esperas, elevados gastos económicos, viajes, etc…; que hacen que el miedo y/o la incertidumbre puedan surgir con fuerza, ya que las familias se enfrenten a algo completamente desconocido para ellas hasta ese momento.
En algunas ocasiones las expectativas con las que se acude a las unidades de reproducción no se cumplen y las creencias acerca de cómo va a ser el recorrido que hay que realizar tienen que ser reestructuradas, ya que el camino que hay que seguir para tener un hijo no es el esperado; en otras ocasiones hay que tomar decisiones emocionalmente difíciles y con las que las parejas no siempre están de acuerdo, con el consiguiente desgaste para las mismas.
Es importante plantearse el recorrido más como una carrera de fondo que como un sprint.
A medida que se van repitiendo los tratamientos sin tener éxito, aumentan las sensaciones de fracaso, inseguridad, desesperación y sentimos que nuestra vida ha quedado paralizada; no obstante el estrés suele disminuir debido a que se disipa la incertidumbre y el desconocimiento del proceso terapéutico. Es importante plantearse el recorrido más como una carrera de fondo que como un sprint. Llegar a la meta es, en muchas ocasiones, una cuestión de resistencia y de intentos hasta conseguir el objetivo.
Especial atención debemos poner las familias LGTBI en la construcción de nuestra identidad parental, ya que utilizar esquemas tradicionales basados en la genética y en la heteronormatividad puede ser altamente perjudicial tanto para nosotros como para nuestros hijos. En muchos casos será necesario realizar un trabajo personal previo y reelaborar el concepto de familia tradicional que está profundamente enraizado en nuestra estructura mental.
David González
Psicólogo especializado en la atención a personas LGTBI y sus familias