El Mundo. Rafael J. Álvarez
Sobre un suelo de barro y al calor del cuadrado hueco de la Constitución, los homosexuales han clamado hoy que son familia, que se casan y se descasan como los demás y que van a luchar por seguir siendo iguales: «¡Familiarízate!». El grito lo han dado entre pancartas, bufandas al cuello y algunos hijos en brazos. Estaban al pie del Monumento a la Constitución, en pleno Madrid y a la hora del aperitivo para zamparse el miedo que les da el anuncio de Mariano Rajoy sobre la anulación de los matrimonios homosexuales en cuanto llegue al poder.
20.000 matrimonios después, la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales arranca hoy un abanico de protestas callejeras por lo que pueda venir si el Gobierno cambia de manos. En un acto que ha reunido a un centenar de personas, unas palabras han luchado contra otras: «libertad», «igualdad», «respeto», «dignidad», «homofobia, «vergüenza», «crueldad», «insulto»…
Hablando de palabras, Bea Gimeno, ex presidenta de la Federación, explicó ante el micrófono porqué los matrimonios entre personas del mismo sexo han traído «dignidad»: «¿Qué pensaría Rajoy si negasen a los negros sentarse en los mismos autobuses que los blancos? Lo que es igual se debe nombrar igual. Si quieren cambiar el nombre es que ven a los homosexuales como personas a las que casi hay que respetar». «Nada se ha desestabilizado. Si Rajoy habla así es que no nos conoce. Lo contrario sería demasiado cruel», dijo el cantante Enrique del Pozo.
En los carteles a rotulador se leían artículos de la Constitución que otorgan derechos a la salud y a la igualdad y lemas contra la homofobia. Había en el ambiente un olor a democracia conseguida, gente de la cultura como Eduardo Mendicutti, Tete Delgado, Petro Valverde, Mario Pardo, políticos como Pedro Zerolo, Inés Sabanés o Carmen Montón, paseantes curiosos y parejas sin focos.
Por ejemplo, Enrique y Carlos, el primer matrimonio gay de España, una historia que dura ya cinco años. «Antes éramos una pareja de tíos, ahora somos un matrimonio. Para nosotros es lo mismo pero para los demás no. Ahora a mí me preguntan con naturalidad por mi marido, veo otro trato. El matiz es hacia afuera, aunque también hay algo de sentimiento íntimo ante la ley y ante la sociedad, sentirse igual que cualquier otro». ¿Y cómo se ve venir el anuncio de Rajoy? «Pues como una amenaza para nuestra vida. A mí no me gusta lo que siento. Pero que sepan que 20.000 matrimonios son 40.000 personas más sus padres, sus madres, sus hermanos, sus primos, sus amigos. Lucharemos con uñas y dientes».
Y ahí estaban Olga y Laura con el pequeño Héctor mirándolo todo, sobre todo a mamá y a mamá. «Casarnos nos dio seguridad de cara al futuro, sentirse como los demás. Cuando veo a Rajoy cuestionar lo que yo he decidido me indigna. Tener que buscar un nombre para llamar a mi familia, cuanto menos, me resulta insultante. ¿En qué se convierte entonces Héctor? ¿por qué Héctor no es igual que los hijos de Rajoy?».
El presidente actual de la FELGTB, Toni Poveda, alzó la voz por si el tráfico de la Castellana hacía de las suyas: «Somos una familia más. Todas las familias importan. Los sectores más rancios dicen que la familia está en peligro, pero las únicas familias que están en peligro son las nuestras». Y entonces, los aplausos pudieron con los coches.