La reciente celebración del 18 cumpleaños de mi hijo Gabriel me anima a revisar lo transcendente de los momentos cotidianos e íntimos.
Desde que Gabriel era pequeño, su padre y yo asumimos que nuestra vida íntima era pública, y política. Política, no de unos u otros (partidos políticos), sino de forma que nuestra visibilidad cuestionara leyes vigentes para incentivar reformas que nos protegieran y nos permitieran ser ciudadanos plenos, haciendo a la sociedad española más justa y equitativa.
Para ello contactamos con un grupo de familias que llegó a ser, unos meses después, Galehi, que en este extraño 2020 cumple 15 años sin celebración.
Es duro, ya que somos muy de celebrar, de engalanarse, de reconocerse esfuerzos y trabajos, de recordar momentos, luchas y amigues que han pasado, se han ido o siguen en Galehi o en nuestros corazones.
Tras esta mayoría de edad, mi sentimiento de paternidad es el mismo, aunque quizás legalmente hayan cambiado algunas cosas, y emocionalmente también.
Mi activismo enfocado en las familias LGTBI cumple años, junto con Galehi y mi hijo. Mi compromiso hoy es firme y está enfocado a lo que aún nos queda por conseguir. Pero también aún hoy nos toca volver a defender logros que considerábamos superados.
La extrema derecha ha conseguido revisar socialmente derechos ya conseguidos. 15 años después de la aprobación de la Ley del Matrimonio Igualitario he sufrido reuniones familiares aderezadas con el ataque al término “matrimonio” frente al “cuñao” que insiste en la necesidad de usar otro término para nosotros y nosotras. Con la osadía de discutirlo frente a un MATRIMONIO gay, con su hijo, y con quien ha celebrado su boda.
Desgraciadamente, los discursos LGTBIfóbicos tienen estas consecuencias y otras más preocupantes, como los incrementos de ataques de odio.
Hoy, 16 años después de la adopción de Gabriel, sería impensable para un hombre soltero adoptar en Rusia. La situación para las personas LGTBI en Europa ha cambiado muchísimo. Los países del Este blindan la familia tradicional en sus constituciones, crean zonas “Gayfree” y atacan a las personas LGTBI desde sus propios programas electorales. Da votos. Con algunos de estos países compartimos Unión Europea.
Todo eso nos parece lejano, pero puede que, algún día, por motivos laborales tengas que emigrar a otro país. Tu familia, constituida en España, puede no ser reconocida allá donde vas. Las personas LGTBI no tenemos libertad de movimiento, ni siquiera dentro de la Unión Europea. Es gravísimo, pero no lo veo en la agenda de los principales defensores de derechos LGTBI. Y, lo que es más grave aún, no se percibe como una amenaza posible entre nosotras y nosotros, no demandamos soluciones hasta que te encuentras con la situación sobrevenida. Tu empresa te destina fuera, o en tu divorcio tu mujer se muda a un país que no te reconoce como madre y pierdes todos tus derechos. Y la hemos liado.
Hay un movimiento “anti-LGTBI” internacional, organizado y con una gran financiación, representado por personajes como Salvini en Italia, Bolsonaro en Brasil y Trump en Estados Unidos. Y está dando sus frutos. Empezaron esgrimiendo la “ideología de género” y ya han conseguido que una parte del feminismo se enfrente al colectivo trans en la pugna por la definición de lo que debe ser o no una mujer.
Utilizando conceptos casi bíblicos definen a la mujer por su capacidad reproductiva, sacralizando la “maternidad” del “madre es la que pare”, “el vínculo sagrado del embarazo”, “madre no hay más que una”, la epigénesis…, dejando fuera a todas esas madres no gestantes o aquellas que carecen de útero. Obviamente, la paternidad es material de segunda en ese planteamiento.
Anclar a la mujer en su función reproductiva sobre todas las cosas es lo que ha venido haciendo el patriarcado toda la vida. Lo que es nuevo es que alguna feminista lo esgrima contra personas trans y familias creadas por Gestación por Sustitución.
Todo eso me lleva a recorrer mi activismo actual por varios caminos:
- Internacional:
Tenemos que buscar conexiones entre activistas de diferentes países y establecer canales de comunicación y colaboración. Si no ponemos freno a los odios que nacen en la Europa del Este, antes o después los tendremos aquí.
Debemos luchar por la libertad de movimientos de las personas LGTBI y sus familias en la Unión Europea, y que se establezcan sanciones a los países que nos discriminan en sus leyes.
Existen asociaciones europeas “peleando” en las instituciones. Las instituciones Europeas destinan fondos para la protección de políticas LGTBI. Pero el activismo en España tiene que estar más presente a en este nivel. En Galehi luchamos junto a Nelfa, pero poco más.
- Feminista:
El activismo LGTBI es esencialmente feminista y debe ser integrador. Pero el feminismo es diverso y la sororidad, un concepto amplio de apoyo entre mujeres, incluso aunque piensen diferente. No podemos luchar contra el machismo y el patriarcado mientras unas imponen un modelo de feminismo paternalista a otras. Debemos desaprender (y me incluyo) la comunicación de ideas de manera dogmática y estar abiertas a la disensión para buscar confluencias. Necesitamos el feminismo para tratar de alcanzar la igualdad de derechos. Y en mi feminismo, y el de muchas compañeras de Galehi, cabe la regulación garantista de la Gestación por Sustitución en España.
- Organizado:
Si queremos interlocutores fuertes y que nos representen, los partidos políticos no pueden usar a nuestras activistas más representativas para su “PinkWashing” particular y así domesticar a su favor al activismo.
Las entidades LGTBI somos críticas con todas las instituciones e independientes de los gobiernos. Sin deudas ni servilismos. Lo contrario es ser cómplices de la discriminación institucional hacia las personas LGTBI.
Nuestro activismo lucha por la defensa de nuestros derechos y no por ideologías de partidos, por mucho que nos gusten unos más que otros.
Pido que quienes nos representan (al colectivo) sean claros, independientes, comprometidos, íntegros, consecuentes, diplomáticos y representantes de todas y todos, para “plantarse” en frente de lo que la coyuntura política del momento mande.
Tenemos que saber exigir esas cualidades a quienes nos representan, o de lo contrario despojarles de nuestra confianza para que dejen de representarnos. No podemos consentir las “puertas giratorias” que tanto condenamos en los políticos de este país.
Además, nuestro activismo está demasiado atomizado en muchas asociaciones pequeñas que tendrían una enorme fuerza juntas. Luego, creamos federaciones de asociaciones. Es nuestro modelo y hay que trabajar con ello. Pero, ¿funciona?
- La empresa:
Tras este 2020 muchas empresas sufrirán, pero es seguro que las más grandes van a seguir acumulando poder. Hay empresas cuya facturación anual es superior que el PIB de muchos países y tienen vía libre para influir en las legislaciones locales de los estados.
Recordad a Esperanza Aguirre intentando modificar leyes para conseguir traer un complejo universitario en la Comunidad de Madrid…. ¡Ah, no! Perdón, que era un casino.
No quiero hacer una mirada crítica al capitalismo, sino tratar de aprovechar la oportunidad que se nos ofrece.
Esas empresas cotizan en bolsa y son sensibles a la percepción que tiene la sociedad de ellas. Por lo que han de cuidar su apariencia, con su propio “mission, vision and values”. Se cargan de un fin filantrópico, enfocado en lo que la sociedad percibe como positivo haciendo propios valores que todos compartiríamos.
Abrazan, junto con el ecologismo y otros, la diversidad como valor social y forman grupos de empleados con afinidades comunes; grupos de mujeres o de empleados LGTBI desde los que se nos da voz sobre situaciones discriminatorias dentro y fuera de las empresas. Desde ellos tenemos la oportunidad de presionar para que esa capacidad de influir se utilice, no sólo para suavizar las políticas fiscales, sino también obligar a suavizar o abolir políticas discriminatorias hacia el colectivo.
Pienso seguir luchando en esta línea, en Galehi, como mi compromiso actual me lo exige, a la vez que seguir disfrutando de ser padre y marido de dos adultos a los que quiero muchísimo.