Se llaman Conchi y Gemma. Tienen dos hijos, de 5 y 6 años.Viajaron desde Canarias para unas vacaciones en familia. El sábado 20 de mayo fueron a pasar el día al Parque Warner de Madrid, a disfrutar, a reír y divertirse. No fue así.
Al grito de «Voy a ir a por ti, puta bollera de mierda», fueron agredidas, pateadas, insultadas… mientras su hija lloraba de angustia y miedo y su hijo se quedaba en shock. A
su alredor, la gente miró… y no hizo nada.
El país entero ha convulsionado estos días por unos insultos racistas. Pero no por la agresión homófoba a una familia lgtbi. Está claro que no tiene la misma importancia. Al fin y al cabo, son solo dos lesbianas con sus hijos pasando un día de fiesta. Nada que ver con la envergadura de un partido de fútbol, una auténtica cuestión nacional. La diferencia de trato emocional y político refleja fielmente qué es importante en nuestro país y qué es secundario, aún cuando en ambos casos se trate de delitos de odio.
Las agresiones homófobas tienen una lógica constante: Se producen más cuánto más visibles son las personas agredidas y, en el espectro de visibilidad, las familias lo somos mucho. Porque ni podemos ni queremos encerrarnos en el armario. Entre otras razones, porque nuestras hijas, hijos e hijes tienen derecho a vivir sin miedo, sin trampas y con orgullo.
Habrá quien diga que esto le puede pasar a cualquiera. No. No es verdad. Nos pasa a nosotras. A las familias arcoíris. Las que aún tenemos que demostrar que merecemos ser familia, que aún tenemos que exigir igualdad de derechos, que aún tenemos que lograr que la sociedad nos reconozca como una familia más.
Los hematomas, las costillas rotas, el llanto de una niña y el pánico de un niño gritan, a los cuatro vientos que falta mucho para alcanzar la igualdad plena y el pleno respeto.
En todo caso, si alguien piensa que con insultos o palizas nos van a asustar y lograr que ocultemos nuestra existencia, que espere sentado. Somos expertas en resiliencia y no nos van a amilanar. Al contrario, vamos a hacernos presentes en todas partes, pese a quien pese y pese a que lo que nos pase no suceda en un estadio de fútbol.