Cuando una persona convive con otra u otras, se cuidan, comparten, se quieren y se embarcan en un proyecto de vida en común, está formando una familia. Si esa persona es una persona LGTBI, su familia será una familia LGTBI. Cuando además esas personas emprenden el reto de cuidar / criar a menores, se embarcan en una familia homoparental.
Son diversas las formas en las que las personas LGTB conseguimos formar una familia con menores. Hijos, hijas, hijes, menores a nuestro cargo, legalmente reconocidos o en régimen de acogida. Incluso formas que la ley no es capaz de encasillar. Como menores que cuidamos en familias reconstituidas, o menores que son cuidados por otras personas que no son sus padres o madres legales.
Somos familias diversas, por nuestra naturaleza, por nuestra propia diversidad, por la diversidad del origen de nuestros hijos e hijas. Y esta diversidad nos hace grandes.
Pero todas nuestras familias tienen algo en común:
Todas y todos hemos tenido aguantar preguntas incómodas.
- ¿Pero es de verdad hijo tuyo?
- ¿Tu hija es tuya o de tu mujer?
- ¿Quién hace de madre y quién de padre?
- ¿Conoce a sus verdaderos padres?
- ¿Quién es su verdadera familia?
- ¿Y no le da pena no tener padre?
- ¿Nunca os ha pedido una madre?
- ¿Cómo lo lleva en el colegio?
Podría seguir hasta el absurdo… Hasta el más absurdo si cabe. Pero la peor de todas las preguntas a la que me he enfrentado y creo que vosotras también:
Papá ¿cuánto os he costado? ¿cuánto pagasteis por mí?
Da igual que sean adoptados, acogidos, nacidos por inseminación artificial, in vitro o por gestación por sustitución…. Algún día alguien les dice que son “comprados”. Menos mal que ya estamos preparados para darles respuestas.
Independientemente de las particularidades, las familias homoparentales nos protegemos todas unas a otras, y no vamos a permitir, que se atente, ni que nos separen ni que nos enfrenten, ni que se les haga daño social o institucional a ninguna forma de familia homoparental.
La diversidad, nuestras diferencias, ya la trataremos con el respeto que exigimos para nosotros y nuestras familias.
Afortunadamente estamos en un país que tiene una regulación que desde hace muchos años permite el matrimonio igualitario. Las leyes nos protegen, en general.
Afortunadamente nuestros hijos e hijas son cada vez más y van creciendo y demostrando que las personas LGTBIQ+ estamos tan o tan poco capacitados para criar como los demás. Estudios lo avalan.
En nuestras familias se destierran los roles de género por definición.
En las aulas de nuestros menores se vacuna al resto del alumnado contra el bullying lgtbfóbico. Hacen visibles a personas LGTBIQ+ entre sus compañeros desde preescolar.
Aun así, nos queda camino que recorrer y derechos que conquistar, pero, ante todo, tenemos delante una sociedad a la que abrazar con la diversidad para ser la sociedad del siglo XXI que nos merecemos.